1949 PAN O FUTURO
A mi hermana Tití la ha dejado con mis tíos, aunque ya está mucho mejor y ha engordado; dice mi madre que si hubiera vergüenza con la penicilina se podría curar todo el mundo enseguida, pero que toda la tienen en el bar de Chicote y que por eso los pobres no podemos comprarla. Mi hermano Jose dice que la penicilina no cura la tuberculosis, pero eso a ella le da igual, y le contesta que la tuberculosis viene cuando estás más débil por otras enfermedades que sí se curan con la penicilina, y entonces Jose se calla.
Lo del paquete me ha puesto muy contenta porque ahora comeré de verdad y no me tendrán que regañar tanto: el pan y la mantequilla, las castañas, el chorizo y las morcillas, las nueces y las avellanas me las como yo sola, sin que me tengan que contar cuentos; lo que no puedo tragar son las fabes ni el tocino ni la manteca de cerdo, pero no importa porque a todos los demás sí que les gustan. Ahora mi madre guardará todo en un sitio donde yo no lo pueda alcanzar, porque si no me atiborro de cosas buenas y no me como las acelgas con patatas.
A mi tío Ramón (el lechero) le ha separado una longaniza entera, fabes y dos morcillas, para que la tía le haga una fabada, y es normal que se lo dé porque ellos nos dan a nosotros huevos y mantequilla al precio de tasa y a veces nos lo regalan. Lo que no tengo que hacer es salir a la calle ni al pasillo comiendo nada de eso, para que a los vecinos no les de envidia y nos critiquen; bueno, a la señora Colasa sí que le va a dar un poco para su hija Nisa que está enferma del corazón y no crece y le han dicho que se va a morir antes de los veinte años, pero es muy buena y muy amiga de mi hermana porque cumplen años el mismo día y ellos nunca tienen de nada, sólo gachas de almortas una vez y otra. El padre es fumista de los que limpian chimeneas y siempre está trabajando pero no gana casi nada, y los otros dos hijos están de aprendices y no sacan ni para tabaco. La madre dice que lo que tienen que hacer es irse voluntarios a la mili en cuanto tengan la edad y quedarse de sargentos chusqueros, que al menos tienen comida asegurada y pan blanco; entonces su marido se cabrea y se lían a darse voces que se oyen desde mi casa, y la Nisa se viene sin decir nada con nosotros, que también nos callamos, pero sabemos que no es bueno para su corazón que le den esos disgustos. La Nisa siempre tiene los labios y las uñas morados y es casi tan bajita como yo; en cambio, habla como una persona mayor: mi madre dice que la enfermedad le ha hecho madurar antes que a otras.
Mi padre siempre está dando la lata con que si viviéramos en Asturias tendríamos la comida resuelta, pero eso tampoco es mucha verdad, porque nosotros mandamos para allá aceite y ropa, y mis hermanos y yo no tendríamos más futuro que trabajar la tierra o irnos fuera de España. Mi madre dice que no quiere que sus hijas se pasen la vida cuidando vacas y gallinas, sino que se casen con gente que tenga un oficio, y que su hijo en el banco tiene oportunidad de ir ascendiendo porque es muy serio y trabajador.
Y es verdad: no veo yo a mi hermano Jose cuidando vacas, con lo señorito y lo culto que es y lo que lee y va al cine.