1949 EL ROBO
Ha ocurrido algo horroroso.
Como ya voy siendo mayor, mi madre me deja ir sola todos los días a por el pan; llevo una bolsa de hule a cuadros verdes y marrones que casi me arrastra, y donde caben todas las barras. Es muy fácil: sólo tengo que enseñar a la panadera las cartillas de racionamiento y ella me da las barras; luego le doy el dinero que llevo en un cucurucho dentro de la bolsa, ella lo cuenta, y ya está. El único cuidado es que, si me preguntan por una cartilla que es de una chica con distintos apellido, diga que es una prima mía que está viviendo con nosotros.
Pues, nada: que esta mañana he bajado a por el pan y me he encontrado con Merche, la hija mayor de la señora Pili la andaluza, y me ha dicho que iba a comprarse unos recortables a la cacharrería; le he pedido que me dejara ir con ella, pero que tenía que subir primero el pan porque pesaba mucho. Como ella tenía prisa, me ha contestado que la podía acompañar y ella me llevaba la bolsa mientras tanto.
La cacharrería está un poco lejos y Merche iba con la bolsa en una mano y con la otra me llevaba cogida la mía. Allí hemos estado mirando los recortables hasta que se ha decidido por unos que no eran baratos ni caros y eran muy bonitos.
Cuando llegué a casa, mi madre estaba un poco nerviosa por lo que había tardado y me regañó sólo un poco cuando le dije que me había ido con Merche; lo malo fue cuando se puso a sacar las barras:
- Lula, aquí faltan dos barras, ¿qué ha pasado con ellas?
A mí me empezó a entrar congoja, pero le contesté que la panadera me las había dado todas, que yo las había contado.
- ¿Estás segura? ¿No las habrá contado ella?
- ¡Que no, mamá, que las he contado yo también y estaban todas!
- Entonces las ha cogido Merche
- ¡Pero si Merche no llevaba ninguna bolsa, nada más que la nuestra!
Mi madre se dio cuenta enseguida de que Merche no había podido ser, porque su madre las habría visto en casa y nos las hubiera devuelto y le hubiera dado una paliza.
- Dile a Merche que venga.
La voz de mi mamá era de estar más enfadada que nunca; achinaba los ojos y apretaba los dientes, así que me puse a hipar y no podía ni moverme del susto, con lo que cogió la llave y salió llevándome del brazo a casa de los andaluces. Merche tampoco sabía qué había podido ocurrir. Mi madre no dijo nada, sólo tiró de mí escaleras abajo, y por cómo me apretaba la mano y en la manera de andar ya me olía yo que iba a pasar algo gordo: el corazón me daba golpes hacia fuera y ya no me quedaban ganas ni de llorar.
Llegamos a la cacharrería. Es un sitio un poco oscuro, con estanterías llenas de botijos, fuentes, bayetas, estropajos y montones de trozos de jabón amontonados, cubos y barreños de metal, escobas, mosquiteras y botes de cristal con un montón de cosas que ni sé para qué sirven. En una esquina, están los cromos y recortables y las novelas y tebeos de cambiar; y allí estaba ella, con los codos apoyados en el mostrador, como si no pasara nada. Antes de que pudiera preguntar que qué queríamos, mi madre le tomó la delantera:
- Vengo a que me devuelva las dos barras de pan que le ha robado a mi niña.
La cacharrera se puso tiesa como un palo y se le encendieron los ojos como a los gatos por la noche:
- ¿Qué dice usted? ¿Que yo le he robado a la niña unas barras, so bruja? ¡Se las habrá comido ella!
- ¡La niña sólo ha estado aquí, y de aquí ha salido sin las barras, y usted a mí no me llama bruja! ¡Ladrona!
Entonces la cacharrera salió con las uñas por delante para arañarle la cara a mi mamá y mi mamá le sujetó las muñecas y la empujó hacia atrás: si no llega a ser porque detrás estaba el mostrador se cae de espaldas y, como la cosa estaba muy mal y no íbamos a sacar nada en limpio, mi madre me cogió del hombro y me empujó hacia fuera.
La otra se quedó en la tienda pegando voces y diciendo que a ella nadie la llamaba ladrona.
Yo creía que ya habíamos terminado y nos íbamos para casa, pero entonces mi madre se fijó en un montón de adoquines que había justo donde terminaba la fila de fuentes y botijos y jarras que la vieja tenía expuestos en la calle, conque agarró uno con las dos manos y se lo tiró hacia los cacharros con toda su alma, así, de lado, y le hizo añicos como seis o siete cosas, y entonces la otra sí que salió diciendo ¡Ay, Dios mío, Ay, Dios mío!, pero nosotras ya habíamos dado la vuelta a la esquina corriendo hacia nuestra casa.
Luego mi madre no me regañó nada, pero a mí me da un poco de vergüenza, porque estoy segura de que los cacharros que destrozó valían más que las dos barras, ni siquiera estamos seguras de que haya sido ella y, encima, nunca voy a poder volver a esa tienda con nadie.
Como ya voy siendo mayor, mi madre me deja ir sola todos los días a por el pan; llevo una bolsa de hule a cuadros verdes y marrones que casi me arrastra, y donde caben todas las barras. Es muy fácil: sólo tengo que enseñar a la panadera las cartillas de racionamiento y ella me da las barras; luego le doy el dinero que llevo en un cucurucho dentro de la bolsa, ella lo cuenta, y ya está. El único cuidado es que, si me preguntan por una cartilla que es de una chica con distintos apellido, diga que es una prima mía que está viviendo con nosotros.
Pues, nada: que esta mañana he bajado a por el pan y me he encontrado con Merche, la hija mayor de la señora Pili la andaluza, y me ha dicho que iba a comprarse unos recortables a la cacharrería; le he pedido que me dejara ir con ella, pero que tenía que subir primero el pan porque pesaba mucho. Como ella tenía prisa, me ha contestado que la podía acompañar y ella me llevaba la bolsa mientras tanto.
La cacharrería está un poco lejos y Merche iba con la bolsa en una mano y con la otra me llevaba cogida la mía. Allí hemos estado mirando los recortables hasta que se ha decidido por unos que no eran baratos ni caros y eran muy bonitos.
Cuando llegué a casa, mi madre estaba un poco nerviosa por lo que había tardado y me regañó sólo un poco cuando le dije que me había ido con Merche; lo malo fue cuando se puso a sacar las barras:
- Lula, aquí faltan dos barras, ¿qué ha pasado con ellas?
A mí me empezó a entrar congoja, pero le contesté que la panadera me las había dado todas, que yo las había contado.
- ¿Estás segura? ¿No las habrá contado ella?
- ¡Que no, mamá, que las he contado yo también y estaban todas!
- Entonces las ha cogido Merche
- ¡Pero si Merche no llevaba ninguna bolsa, nada más que la nuestra!
Mi madre se dio cuenta enseguida de que Merche no había podido ser, porque su madre las habría visto en casa y nos las hubiera devuelto y le hubiera dado una paliza.
- Dile a Merche que venga.
La voz de mi mamá era de estar más enfadada que nunca; achinaba los ojos y apretaba los dientes, así que me puse a hipar y no podía ni moverme del susto, con lo que cogió la llave y salió llevándome del brazo a casa de los andaluces. Merche tampoco sabía qué había podido ocurrir. Mi madre no dijo nada, sólo tiró de mí escaleras abajo, y por cómo me apretaba la mano y en la manera de andar ya me olía yo que iba a pasar algo gordo: el corazón me daba golpes hacia fuera y ya no me quedaban ganas ni de llorar.
Llegamos a la cacharrería. Es un sitio un poco oscuro, con estanterías llenas de botijos, fuentes, bayetas, estropajos y montones de trozos de jabón amontonados, cubos y barreños de metal, escobas, mosquiteras y botes de cristal con un montón de cosas que ni sé para qué sirven. En una esquina, están los cromos y recortables y las novelas y tebeos de cambiar; y allí estaba ella, con los codos apoyados en el mostrador, como si no pasara nada. Antes de que pudiera preguntar que qué queríamos, mi madre le tomó la delantera:
- Vengo a que me devuelva las dos barras de pan que le ha robado a mi niña.
La cacharrera se puso tiesa como un palo y se le encendieron los ojos como a los gatos por la noche:
- ¿Qué dice usted? ¿Que yo le he robado a la niña unas barras, so bruja? ¡Se las habrá comido ella!
- ¡La niña sólo ha estado aquí, y de aquí ha salido sin las barras, y usted a mí no me llama bruja! ¡Ladrona!
Entonces la cacharrera salió con las uñas por delante para arañarle la cara a mi mamá y mi mamá le sujetó las muñecas y la empujó hacia atrás: si no llega a ser porque detrás estaba el mostrador se cae de espaldas y, como la cosa estaba muy mal y no íbamos a sacar nada en limpio, mi madre me cogió del hombro y me empujó hacia fuera.
La otra se quedó en la tienda pegando voces y diciendo que a ella nadie la llamaba ladrona.
Yo creía que ya habíamos terminado y nos íbamos para casa, pero entonces mi madre se fijó en un montón de adoquines que había justo donde terminaba la fila de fuentes y botijos y jarras que la vieja tenía expuestos en la calle, conque agarró uno con las dos manos y se lo tiró hacia los cacharros con toda su alma, así, de lado, y le hizo añicos como seis o siete cosas, y entonces la otra sí que salió diciendo ¡Ay, Dios mío, Ay, Dios mío!, pero nosotras ya habíamos dado la vuelta a la esquina corriendo hacia nuestra casa.
Luego mi madre no me regañó nada, pero a mí me da un poco de vergüenza, porque estoy segura de que los cacharros que destrozó valían más que las dos barras, ni siquiera estamos seguras de que haya sido ella y, encima, nunca voy a poder volver a esa tienda con nadie.
30 Comments:
Siga, siga ... Tebeos para cambiar, no habré cambiado yo tebeos ...
¿Verdad, Alicia?
Los de hadas, los del Guerrero del Antifaz, luego los de Superman... Pero en 1949 yo aún no tenía tebeos...
Imagino a tu mamá iracunda en ese momento, la veo con los ojos achinados y los dientes apretados y me da mucho susto. Seguro por la época que estaban viviendo dos barras de pan eran algo muy trascendente.
Mi mamá cuando se enojaba o quería que hiciéramos o dijiéramos algo como a ella le parecía, ponía los ojos saltones y decía ¿no cierto niños? y todos asentíamos con la cabeza sin hablar.
Y cuando nos retaba, era obsesiva, podía estar una hora con la cantaleta hasta que se le pasaba un poco, pero al rato cualquier pequeñez le hacía recordar su enojo y empezaba de nuevo.
Como ella es de Ecuador y los niños en Loja al parecer son muy buenitos y tranquilos, su sermón siempre terminaba con un "ya para la próxima se portan como niños lojanos, ¿oyeron?"
Me acordé de esto con tu historia.
Un beso!
Eulalia..me estoy enganchado...lo nunca visto¡¡ Has logrado lo que no logran las producciones de Televisa¡¡¡¡
Un beso,
Hilda.
Y el propio TBO, los de Hazañas Bélicas de mi hermano, Tío Vivo, Pumby y pufff, claro de hadas, apaisados de un papel bastísimo.
Que te digo yo una cosa: tu madre se parecia un webo a mi difunta abuela que me enseñó karate dialectico (un golpe y ko)
Me encanta! Vemos a la niña que eras y a su fantastica (siento si alguien ofende, pero la veo fantástica) madre en acción ... con un par, dí que sí!
Si ya lo dicen por ahí: Con las cosas de comer no se juega.
Eso sí, vaya par que le echó tu mamá.
Un beso
Edu
Vaya su mamá era de armas tomar, digooo de adoquines tomar.
que momento no????
Roxi,
mi madre daba mucho susto cuando se enfadaba, aunque se le pasaba pronto.
La verdad es que tenía un genio de mil demonios... Menos con mi hermano...
Un beso.
Viuda,
¡Ea! ¡Y lo que me gusta a mí que me lo digas!
Un beso.
Pues más lógico hubiera sido que alguien por la calle se acerca por detrás mientras caminabais y sustrajera sigilosamente dos barras. No veo muy inteligente que la dueña de la tienda robe en su propio establecimiento. Pero claro, tu madre necesitaba un culpable...
Alicia,
En mi casa fui yo quien comenzó con el vicio: cuando pudieron, ya tenían edad de novelas rosa.
Y lo mío fue una verdadera pasión.
Un beso.
Roque,
El caso es que no recuerdo otra explosión como aquella: en chillidos e insultos a propios y extraños era experta, eso sí...
Un beso.
Toxcalt,
lengua viperina cuando la ocasión lo requiere, hija mía. Es mi arma preferida.
Ahora bien: lo de romper botijos sin juicio previo, ni testigos ni abogados ni un juez imparcial, como que no.
Glauka.
es obvio decir que pienso que mi madre hubiera sido muy otra en otras circunstancias: estoy convencida de que sería feliz hoy, ganándose la vida de manera independiente y haciendo con su inteligencia - que la tenía en alto grado - y con su par lo que le hubiera petado.
Pero, aún así, era sencillamente grandiosa.
Un beso
Terminus,
mi madre era una mujer fuerte que tuvo que cambiar de chip varias veces en su vida: entonces tocaba ser leona, ardilla o insecto, según el dónde y el cuándo, y no se cortaba un pelo con las metamormosis, tan convencida estaba de que hacía lo que correspondía al momento.
Sólo siento que tuviera que utilizar toda su capacidad en criarnos.
(Dos barras eran vitales entonces)
Un beso.
Zebedeo,
Nunca más la volví a ver en otra igual, y mira que pasó malos tragos.
Supongo que para mí debió ser un pasmo todo el episodio, y por eso lo recuerdo con tanta solidez.
Un beso.
Ros,
La historia se alargó en el tiempo: durante años me negué a doblar "esa" esquina, de puro terror. :(
Un beso
Herel,
Esa es mi versión nunca expresada. Por eso no se me ha olvidado su imagen levantando el jodío adoquín, loca de furia y de frustración. :(
Un beso.
Injusticia a tu madre...desde luego es la forma más eficaz de imponer respeto. Y si lo hizo sería porque conocía bien al resto de personas que intervinieron en la desaparición de las barras. Besos!!
Maik,
a mi madre en ese momento lo único que se le estaba pasando por la cabeza es cómo puñetas iba a sustituir las barras de pan.
...Reconstruir el itinerario de una niña de cuatro o cinco años y otra de nueve o diez es tan difícil que creerlo a pies juntillas pues, no sé qué decirte.
El hecho es que a mí me quedaron dudas que nunca podré despejar.
Un beso, corazón.
Tiempos duros. Pero envidio algunas veces saber responder con contundencia. Es necesario. supongo que un recuerdo así todavía debe doler. Besos
Jopé, ropagandhi,
responder, sí, pero al autor del desafuero, no a tientas...
y ¿Sabes qué?, debo tener alguna neurona jodida, porque ningún recuerdo me duele... Debe ser que sólo salen a flote los que ya son puros fósiles.
Un beso.
Me gusta este viaje a ese pasado que nos muestras con cada historia, a un pasado que no conocí y que no se debe olvidar.
La memoria de un pueblo es la memoria de su historia. Un abrazo.
White,
mi memoria de entonces sólo se refiere a una vida cotidiana sobre la que planeaban la escasez y la desesperanza de los adultos; no es muy diferente, creo, de la que hoy sufren millones de personas, pero es que, además, me da rabia que cuando hablan de la "memoria histórica" sólo se refieran a los héroes; y los demás, ¿qué?, ¿no tienen derecho a ser recordados?
La verdad es que estoy de protagonistas un poco hasta las narices; un poco hasta las narices de la Iliada y la Odisea y un poco hasta las narices de líderes que seguramente en su momento tuvieron su razón de ser, pero que...
No me quiero enrollar con filosofías baratas: prefiero ocupar mi tiempo en tirar de los recuerdos hacia acá, y quizá terminar encontrando un sentido cuando acabe de sacarlos del pozo.
jajaja, de armas tomar, sí, señor... me encantó ;-)
Qué radical!!! Soy fan de su señora madre desde hace ya algunos post.
Me gustan estas "aventuras" en blanco y negro ;)
Azena,
Joé, esta contado en plan comedia, pero es una barbaridad...
Un beso.
Para, creo que...
Mi madre tuvo hasta los 82 fanáticos en favor y en contra...Yo pasé por distintas etapas, hasta que logré entenderla al mismo tiempo que la quería.
Gracias por la flor.
Un beso.
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