GAMBITO ROBADO (o cambio visita al pasado por un recuerdo intocable)
Años después regresé a Barcelona tras diez años de ausencia. Había vivido en Vallvidriera, cara a la ciudad y al mar, en un palacete racionalista de principios del XX convertido en una elegante casa de pisos con jardín francés, piscina en el prado, rosaleda, bosque mediterráneo intramuros, paseo de cipreses hasta el cenador, tres hileras de limoneros a lo ancho de la finca, huerto y zona de frutales. Los dueños eran los padres de una amiga y también vivían allí; nos cobraban un alquiler ridículo. Subí a verles y me invitaron a comer; después del café, les pedí que me dejaran dar a solas un paseo por la finca.
Fue espeluznante: los paseos no habían sido barridos de hojas en meses; La huerta no había sido tocada desde mi marcha; la pineda colindante había sido mutilada para construir un chalé; el cenador se estaba viniendo abajo; los limoneros estaban comidos por la cochinilla y y el conjunto pedía a gritos que alguien lo amara. No entendía por qué una gente que no tenía problemas económicos podía maltratar de ese modo algo vivo.
También lloré, sin estar segura de mis razones.
Pero esa vez, Humilde, decidí que - en la medida de lo posible - nunca volvería a aquellos lugares en los que había sido feliz.