1962 EL MAR y otras soledades.
Bien, pues en septiembre no pude comenzar ninguna carrera, porque las clases eran matinales y por tanto incompatibles con mi horario de trabajo. La UNED no existía entonces y la matrícula libre - que eximía de las clases presenciales - sólo se le permitía a los mayores de veintiún años.
Comencé a estudiar Inglés en la Escuela de Idiomas. Lo dejé antes de Navidad: mi motivación era mínima y el cansancio excesivo.
No todo en mi vida eran los hombres, sus diferentes estrategias de acercamiento y mis habilidades de seducción: por San José había conocido el mar. El mar de Valencia.
Iba con un grupo de compañeros de trabajo, en uno de esos viajes organizados. Cuando llegamos a la playa eché a correr: me sobraban ellos y me sobraba yo misma. No quería ponerle palabras leídas ni escuchadas ni dichas ni pensadas: quería vaciarme de todo y llenarme el alma entera de eso que no era el mar de las películas ni de las novelas o el que los poetas describían. Nadie me había sabido transmitir lo que se siente cuando estás ante el mar, ni yo había sido capaz de intuirlo a través de lo que otros habían expresado.
Sofocada por la carrera, me senté en la arena fría de marzo y tuve conciencia por primera vez del trabajo que tenía por delante: verlo todo - la belleza, la vida, el mundo, todas las cosas - con mis propios ojos, como ahora estaba viendo aquello.
Ah, pero me faltaba tiempo. No me daba cuenta de la fuerza que me empujaba. Sólo entendía que era necesario hacer algo con mis días, algo más que levantarme a las seis y media de la mañana, pasar nueve o diez horas en la oficina, leer - ya entonces - a Shakespeare o a Faulkner, escribir falsas cartas de amor a Alfredo, escuchar las admoniciones de mi madre o las aventuras y desventuras de Mariluz. Algo más que rogar a Dios que me iluminase. Era una ambición desmedida por dejar de ser quien era o morirme.
Me perdía, sin embargo, una necesidad enfermiza de ser amada. (Y aún me pierde).
Pero daba miedo. (Continúo dando miedo). No como amiga, no como persona, sino como mujer.
Por eso desarrollé una timidez excesiva, un estilo a medio camino entre la inseguridad en mí misma y la conciencia de mi diferencia, tonterías de niña atormentada por la necesidad de un hombre que me aceptase como era y a quien pudiera admirar al mismo tiempo.
Fidel aceptó el reto.
Comencé a estudiar Inglés en la Escuela de Idiomas. Lo dejé antes de Navidad: mi motivación era mínima y el cansancio excesivo.
No todo en mi vida eran los hombres, sus diferentes estrategias de acercamiento y mis habilidades de seducción: por San José había conocido el mar. El mar de Valencia.
Iba con un grupo de compañeros de trabajo, en uno de esos viajes organizados. Cuando llegamos a la playa eché a correr: me sobraban ellos y me sobraba yo misma. No quería ponerle palabras leídas ni escuchadas ni dichas ni pensadas: quería vaciarme de todo y llenarme el alma entera de eso que no era el mar de las películas ni de las novelas o el que los poetas describían. Nadie me había sabido transmitir lo que se siente cuando estás ante el mar, ni yo había sido capaz de intuirlo a través de lo que otros habían expresado.
Sofocada por la carrera, me senté en la arena fría de marzo y tuve conciencia por primera vez del trabajo que tenía por delante: verlo todo - la belleza, la vida, el mundo, todas las cosas - con mis propios ojos, como ahora estaba viendo aquello.
Ah, pero me faltaba tiempo. No me daba cuenta de la fuerza que me empujaba. Sólo entendía que era necesario hacer algo con mis días, algo más que levantarme a las seis y media de la mañana, pasar nueve o diez horas en la oficina, leer - ya entonces - a Shakespeare o a Faulkner, escribir falsas cartas de amor a Alfredo, escuchar las admoniciones de mi madre o las aventuras y desventuras de Mariluz. Algo más que rogar a Dios que me iluminase. Era una ambición desmedida por dejar de ser quien era o morirme.
Me perdía, sin embargo, una necesidad enfermiza de ser amada. (Y aún me pierde).
Pero daba miedo. (Continúo dando miedo). No como amiga, no como persona, sino como mujer.
Por eso desarrollé una timidez excesiva, un estilo a medio camino entre la inseguridad en mí misma y la conciencia de mi diferencia, tonterías de niña atormentada por la necesidad de un hombre que me aceptase como era y a quien pudiera admirar al mismo tiempo.
Fidel aceptó el reto.
34 Comments:
La necesidad de ser amada. Te parecerá una confesión trivial, pero esa frase me aclara muchas cosas. Del pasado y del presente. No era algo que hubiese imaginado.
Sin embargo, una de dos: a) deberías seguir entrenando tu habilidad para amedrentar o b) deberías seguir entrenando tu habilidad para mostrarte como mujer. Porque eso sí que no me encaja...
Pobre Fidel, casi lo estoy compadeciendo por lo que le espera :)
POW,
No sabes el miedo que puede dar a los hombres de mi generación una mujer como yo.
No lo sabes bien.
Un beso.
Genial. Descubres el mar y al tiempo, tus miedos.
Me suena ambas cosas. ;)
GLAUKA,
el mar, mis miedos, y mis carencias, que tampoco son mancas. :D
Un beso.
Que tiempos, que costumbres, cuantos escrúpulos de conciencia y sufrimientos absurdos y posibilidades frustradas... Y aún estuvimos 'de suerte', la generación anterior, con la guerra de por medio, lo tuvo peor. Me gustan mucho estas crónicas porque, más allá de lo personal, que es muy interesante, reflejan un tiempo perdido, bastante distinto del actual.
Interesantes amores, interesante historia. ¿Sabremos también qué fue de Alfredo, de Fidel? Los hombres, a su manera, también eran unas víctimas de la moral vigente.
Que bien cuentas las cosas Eulalia! que bien las cuentas...
WOW!
Esto se pone interesante. Me ha parecido estar corriendo a tu lado en esa playa de Valencia...
JÚLIA,
Has dado en el clavo de mi intención: mi historia personal no tiene nada de extraordinario, y lo que quiero es precisamente eso que tu percibes: transmitir cómo era ese tiempo.
Sábete que me has hecho el mejor elogio que podía esperar.
Un beso
MOLINERA,
Hoy también ellos son víctimas del papel que les toca representar.
(Me he propuesto no inventar nada, de modo que muchas preguntas quedarán sin responder, querida)
Un beso.
MARCOS,
Un comentario tan escueto como el tuyo de hoy alimenta mi necesidad de reconocimiento más que lo que te imaginas.
Un beso.
TOXCATL,
Amo el mar. Amo el mar. Amo el mar. Gracias, y
Un beso grande.
Vaya... El mar. Mi gran amor. Supongo que ya habrás leído mi post sobre Él. Y encima el de mi tierra. Increíble ¿verdad? con estas playas que hay, sobretodo, entre valencia y Dénia, algunas largas extensiones de arena, con el mar de fondo...
La necesidad de ser amada. Alguien el otro día me dijo que me sentía sedienta de cariño.. Supongo que así somos muchos, o muchas.
Y darle miedo a los hombres. Pues una mujer como con hombres de tu generación, sin duda, asustaba. Pero ¿sabes? Después de no sé ya cuantos fracasos sentimentales, algunas relaciones frágiles, como dice mi psicólogo, y mucho cobarde suelto, estoy empezando a sospechar que yo también les doy miedo.. ¿tendrá eso solución, Eulalia?
Besitos guapa
Despues de leerte me gusta mirar tu foto (guapísima) la que publicaste hace unas semanas. Es bonito ponerle cara a estas entregas tan maravillosas que son como el mar, que llegan a oleadas, rítmicas, unas veces de mareas serenas y otras alborotadas, pero siempre siempre inmensas y profundas, como el mar. Un abrazo
Excelente blog el tuyo, me encanta. Menudo recorrido por la historia viva de este país.
Me gusta mucho y me engancha tu historia y seguiré leyéndote.
Salud y paz.
ESTHER 4H,
Mi refugio para cuando sea muy viejecita está justamente en esa franja.
He visto otros mares, incluido el Pacífico, pero...
Un beso.
MER,
evidentemente, la niña de la foto no es la vieja que escribe, pero creo que una imagen puede hacer entender muchas cosas...
Gracias por tus elogios.
Un beso.
LUIS L.D.
Eso es lo que me propongo: contar la historia como yo la viví...
Un beso.
Ay las inseguridades!
Conseguiste admirar a Fidel? (permite que lo dude de antemano, porque no me parece que tenga una fuerte personalidad)
No me aventuraré, mejor espero la siguiente entrega...
Un beso, Eulalia
Esa necesidad de ser amado la conozco. Y no me da miedo. Confieso que a veces me da vergüenza.
Dices que una mujer como tú da miedo a tu generación. Y a la mía. Y me temo que también a las siguientes (¿no va de eso lo de Sex in the City?)
Yo vivo junto al mar. Y mi calle tiene nombre de playa. Pero no lo suelo visitar. Pero es bueno saber que siempre está ahí.
Las personas, creo, no tienen edad.
¿Por qué me estoy acordando de Nora?
Gracias de nuevo por su blog.
VALERIA,
Le admiraba. Le admiré durante mucho tiempo, hasta que un día dejé de hacerlo. Así de fácil. (Y de estúpido)
Un beso.
PROPAGANDHI,
Te acuerdas de Nora porque ella fue - al menos en la literatura - la primera que mandó al carajo el papel que le tocaba representar, la primera mujer verdaderamente moderna.
Siglo y medio después, y seguimos en las mismas (o casi). Tenemos dos opciones: el matrimonio clásico - con o sin papeles - o la soledad.
Pues al carajo con el matrimonio, con la pareja y la familia.
Pero la necesidad de ser amado se mantiene...
Un beso.
ANA,
Gracias a tí. Me conmueven especialmente estos comentarios tan escuetos que no son gancho de nada...
Un beso.
Te diría tantas cosas sobre este post, sobre la necesidad de sentirse amada, sobre el mar. Da para no parar de hablar.
No me pega nada que fueras tímida ;)
FLORECILLA,
A veces supero mi timidez con una sobreactuación.
Aunque es posible que no sea tímida, sino más bien insegura, que no debe ser lo mismo, y también me pongo chulita para disimular.
Un beso, nena.
buena!, yo siento que estoy en una etapa parecida en este momento, con la "ambición por dejar de ser quien soy o morirme" y "perdida en la eterna necesidad de ser amada"...
Un beso y espero vayas a verme...
Soltaire
- Eulalia ´62 y el mar ... creo que se parecen en algo : impulso , fuerza , reveldía ...
El mar y las mujeres ... que belleza !
Saludos maremoto.
te leo y siento que esas palabras podrían haber salido de mis dedos... gracias, sólo gracias... yo aún tengo tantas cosas que ver... y tan poco tiempo... una eternidad seguiría siendo poco tiempo :-)
Tengo, más o menos, la misma edad que tú debías tener en el '62 (me da pereza ponerme a contar :P). Sólo decir que me siento identificado con el texto en cierto modo, no tanto por lo de tener tímidez excesiva (aunque sí que soy un poco tímida), ni por la inseguridad, sino más bien por lo de tener conciencia de tu diferencia. Gracias por escribirlo, me ha hecho sentirme un poco mejor.
Tímido, no tímida; me equivoqué :p.
SOLTAIRE,
La necesidad de amar y ser amado es inherente al ser humano, creo. El asunto es que encenagarte en ello te corta las alas...
Un beso.
JEJO,
Simplemente, eres un encanto. :D
Un beso.
AZENA,
Si, eso es lo que sucede, por eso hay que aprovechar al máximo las oportunidades...
Un beso.
TRISTÁN,
Creo que la conciencia de la diferencia es algo a lo que todos llegamos en un momento u otro de nuestra vida. A veces provoca angustia, y otras es gratificante, ¿no?
Un beso.
Libro virtual Seductiva Mente. La seducción es un juego de la mente. Así que juega con tu mente... y con la de los demás.
Puedes bajarlo en
http://perso.wanadoo.es/ddragon/seductivamente.zip
Link interesante sobre seducción en
http://www.personal.able.es/cm.perez/estsexo.htm
y lista de correo en
http://es.groups.yahoo.com/group/elartedelaseduccion/
Eulalia!
Sí la contemplación del mar es una emoción profunda intraducible a palabras, imposible de transmitir, y es unade las cosas excepcionales de esta vida, quizás por lo mismo nos hace darnos cuenta que no todo puede ser levantarse a las seis de la mañana, trabajar x horas y etc.
En cuanto a la necesidad enfermiza de ser amados, es normal nos atormenta a todos, a veces más a veces menos, pero sigue ahí.
Abrazo!
Voy al revés de atrás pa´adelante actualizando mis lecturas.
Publicar un comentario
<< Home