• quintadel44: 1949 UN CUENTO INACABADO

    lunes, octubre 02, 2006

    1949 UN CUENTO INACABADO

    Es una manía, ya lo sé, y me la cargo cada vez que mi madre me pilla en esas, pero no puedo remediarlo y, como está cantado que me va a costar unos azotazos, procuro hacerlo cuando mi madre ha bajado a la compra, se echa a dormir la siesta o se va a casa de alguna vecina.
    Me encierro en el retrete. Si en mi casa hubiera otro sitio en donde cerrarse por dentro a lo mejor lo haría allí; como no lo hay, pues, por eso.

    Me siento en la taza y echo el pestillo. Huele mal, a un olor que no es de mi familia: mi madre dice que es de la bajante y por eso no tiene remedio. De todos modos, cuando llevas un ratito ya ni te das cuenta, y entonces empieza a parecerme una habitación de juguete y puedo continuar con mi cuento. Porque siempre es el mismo, aunque lo voy cambiando y añadiendo lo que se me ocurre. Ya no me acuerdo cuándo me lo inventé:

    Es una niña que se pierde en el bosque y no sabe volver, y se encuentra un árbol muy grande que está hueco por dentro, conque se refugia allí para dormir, y al día siguiente se pone a buscar fresas y moras porque tiene hambre, y van pasando los días; prepara el árbol, que es tan grande como mi retrete: hace diferentes pisos y en uno, duerme; en otro, pone una cocinita para guisar; en otro, hace la despensa donde guarda cosas para el invierno, y así. Entonces va recogiendo frutas y setas y castañas y eso, y las lleva a vender a una aldea como la de Asturias y con lo que gana compra las cosas que necesita, y así va aguantando haciéndose mayor y...

    Hoy creía que nadie se iba a enterar, cuando apareció mi madre:

    -- ¿Ya estás encerrada otra vez? ¡Sal de ahí ahora mismo!

    -- Ahora voy, es que estoy haciendo cacas

    -- ¡Te voy a dar yo a tí cacas como no salgas en un minuto!

    Quería terminarme el cuento, así que me callé, pero mi madre no me dejaba porque se puso a rezongar que si esta niña está loca, todos los días se tiene que encerrar, que si venga, que si me iba a dar para el pelo, que si me iba a enterar... Pues no me daba la gana de salir hasta que no se fuera o vinieran el Jose o la Pili, no te fastidia. Mi madre que no la obligara a chillar porque iba a despertar a mi padre, y yo callada, porque me había enfadado.

    --¿Se puede saber qué estás haciendo ahí? ¡Sal de una puñetera vez! ¡Qué castigo de niña, por Dios!

    Pues, no. Si salía, me esperaba una de no te menees, así que a ver si ella tenía que hacer otro recado o salía de la cocina y yo aprovechaba para abrir la puerta y meterme corriendo debajo de la cama y luego ya se le olvidaba. Esperé un ratito hasta que fuera no se oía nada y entonces levanté el pestillo con cuidado y abrí la puerta.

    Allí estaba mi madre, esperándome. Me cogió de un brazo antes de que pudiera escurrirme y me dio una tunda que todavía tengo el culo dolorido. Ahora estoy sentada junto al perchero, tapándome con el guardapolvos de mi padre para que no me vea que digo cosas por lo bajo, y es que si se cree que por cascarme no voy a volver a encerrarme en el retrete, va lista. A nadie más que a mí le dice nada cuando se encierran, y voy a volver a echar el pestillo todas las veces que me de la gana si ella no está: es que no puedo contarme el cuento a gusto si no es allí y entonces a ver qué hago.

    (Menudo filón esta historia para los freudianos. Estuve encerrándome durante años en el dichoso retrete que, además del de la bajante, despedía el olor de los zapatos viejos que se acumulaban en unas baldas de madera colocadas sobre la puerta. En el alféizar del ventanuco que daba al patio siempre había botellas con líquidos prohibidos, como amoníaco y lejía, y en una de las paredes un simple clavo sostenía las hojas de papel de periódico precursoras de los - asesinos al sentir de los ecologistas y nunca bien ponderados por el común de los mortales - rollos de papel higiénico.

    Me pregunto qué extraño impedimento habré tenido para no haber puesto nunca por escrito aquel interminable cuento en el que la niña se independizaba, se auto abastecía y lograba una vida al margen de, y al que nunca puse final.

    Nunca se me ocurrió que su familia pudiera encontrar a la niña perdida.
    Nunca un príncipe pasó por allí a seducirla.
    Nunca se tropezó con un lobo feroz).

    17 Comments:

    Blogger Toxcatl said...

    Bueno, es que siempre te pillaban; pero lo de que nunca pasase un principe azul... es muy declarativo de intenciones de independencia del genero masculino; y, desdes luego, el cuento entero es revelador de un afan de independencia total que ya te salia de pequeña, ademas de la rebeldia propia frente a tu madre que demuestra el episodio...

    12:29 a. m.  
    Blogger Eulalia said...

    Yo las dos conclusiones principales que saco es que mi casa era muy chica y no tenía una habitación para mí, y que la comida era un asunto central en mi vida: estaba hasta el moño de las acelgas con patatas de mi madre y fantaseaba con otras posibilidades...
    Era un cuento de una niña pequeña para una niña pequeña, teniendo en cuenta sus circunstancias, creo yo, aunque ya digo que puede ser un filón para el análisis.
    :-DD
    Un beso

    1:43 a. m.  
    Blogger pcbcarp said...

    Una de las principales deficiencias del psicoanálisis -a mi modesto entender, claro está- es que los psicoanalistas cobran tanta pasta que no tienen ni puñetera idea de cuáles son los verdaderos motores del comportamiento humano.

    1:59 a. m.  
    Anonymous Anónimo said...

    hombre yo creo que si nunca encontró un príncipe y nunca se fue es porque ella no lo necesitaba no???

    9:37 a. m.  
    Blogger Achi said...

    Me ha gustado mucho este pasaje.

    Bueno, yo era algo más mayor cuando me encerraba a hablar conmigo misma en el baño (en voz alta o por lo bajini), imaginaba conversaciones con personas y me contaba anécdotas imaginarias que me hacían mucha gracia. La verdad, me echo de menos, esas tertulias conmigo misma eran geniales.

    Conclusión: el baño es el mejor sitio para estar con una misma, sin duda

    12:26 p. m.  
    Blogger Maik Pimienta said...

    El baño: lugar íntimo por excelencia. La imaginación también me volaba en esa soledad elegida. Lo siento por la oda de tu niño, lo bueno siempre se acaba -y todo en general-. Y respecto al relato, se vuelve más realista, se nota un puntito -o noto yo- que la se atreve a crecer un poco, sin perder la esencia -estuve en Madrid este finde, por hablar ya de todo un poco-. Besos.

    12:38 p. m.  
    Blogger Alicia Liddell said...

    Cuando estaba sola en casa cogía una silla, la arrimaba al armario ropero y me ponía a explorar lo que se amontonaba encima. Una vez mi madre me pilló colgada de las manos, porque al ponerme de puntillas se cayó la silla y me quedé agarrada al remate que el armario tenía en la parte superior, a un metro del suelo, pero a mí me parecía un abismo.

    2:50 p. m.  
    Blogger El Tipo de la Brocha said...

    Cuando hay mucho viento, los cuartos de baño huelen a sumidero. Siento devolveros los pies a la tierra.

    5:23 p. m.  
    Blogger Leo Zelada said...

    A los niños jamas deben enseñarle esas historias imposibles.

    9:14 p. m.  
    Blogger El chicharrero terrible said...

    Buen recuerdo. Yo me quedaba horas muertas leyendo cuando iba al Roca de pequeño. Cuando me levantaba tenía marcada la tapa de la taza en el culo, y dolía un monton. Pero que gustazo leer sin que nadie te molestara.

    1:29 a. m.  
    Blogger el santo job said...

    qué bonito!
    espero que la niña dejase también a sus futuros niños encerrarse en el baño, aunque solo fuese para contarse cuentos, que es lo más bonito del mundo.
    Un beso!

    10:25 a. m.  
    Blogger Chilanga said...

    Que chido, yo jugaba a que hacía obras de teatro, y cuando crecí la que fue actriz fue mi hermana menor :p

    Que lindo post, creo que es el que me ha gustado mas de todos los que has escrito hasta el momento.
    Un beso

    1:22 p. m.  
    Blogger Zifnab said...

    Jajajaj

    Que sibilina tu madre....

    en fin a lo mejor la soledad es el único lugar para entendernos. Y a lo mejor por eso mismo, la soledad tiene muy mala rpensa

    Coño que profundo

    En fin ya se me pasa

    Se feliz

    3:11 p. m.  
    Blogger Isthar said...

    Creo, sinceramente, que deberías ponerte a escribir ese cuento...

    Una pregunta indiscreta ¿tú madre se enfadaba porque te encerrabas o porque sabías que te contabas un cuento a ti misma y pensaba que de verdad te pasaba algo?

    Otros tienen amigos imaginarios, creo que mejor inventarse un cuento ;)

    5:50 p. m.  
    Blogger Aldara said...

    Eulalia, lo prometido es deuda...He disfrutado muchísimo los retazos de tu memoria, las pinceladas a los personajes, las situaciones cotidianas,pero, curiosamente, por ello muy reveladoras de la época en la que te sitúas. Chapeau.
    Peeeeero.... estos personajes piden !más! a gritos. ¿No los oyes? Piden una historia "de verdad" . Ojalá te animaras a escribirla...
    Un beso.

    10:59 p. m.  
    Blogger manolotel said...

    Luego sí. Luego hubo varios príncipes a algunos de los cuales se les destiñó el azul y más de un lobo feroz, pero en aquel tiempo quizás ya no estaba la abuela y la excusa para ir al bosque era otra. Hasta que un día que volvías de allí, te preguntaron:
    "¿De donde vienes Lula?"
    y tu les respondistes:
    "Nada de Lula: ¡Señora de Feroz, si no te importa!"

    1:10 a. m.  
    Anonymous Anónimo said...

    ...vaya!me has dado una ligera idea de lo que mi niña de 7 años puede estar haciendo cuando se encierra en el baño,es estupendo.Pero yo,a diferencia de tu madre,la animaré a que escriba esa historia.

    5:21 p. m.  

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