1972 HUIDA
Me odio a mí misma cuando estoy de mal humor, sin recursos para superarlo ni nadie con quien compartir mi rabia. Ex quedaba al margen de mis desventuras, dispuesta como estaba a que en nuestra relación las zonas pantanosas fueran evitadas con todo cuidado: ya entonces había aprendido a confundir la necesidad de comunicación con la debilidad, y bajo ningún concepto deseaba mostrar ante él una imagen de mujercita necesitada de protección, ni siquiera por carta.
Ese revoltijo de sentimientos explica en parte - sólo en parte - que un mediodía, mientras estábamos almorzando la consabida multitud, explotara por una cuestión absurda:
-- ¡Estas chuletas están asquerosas, son pura grasa!
Micaela, cuya madre - europea de cultura musulmana - tenía proscrito el cerdo de la dieta familiar, se encargó de responderme inadecuadamente:
-- Pues, hija: a mí me parece que están riquísimas.
Podía haber contestado de cien mil maneras diferentes; por ejemplo, que ella no las pagaba. Podía haberme reído, haber iniciado una discusión sobre las tiranías maternas y sus consecuencias, podía... Evalué la situación y comprendí que cualquier cosa que yo dijera estaría fuera de lugar: una panda de niños bien que en septiembre tendrían la asignación familiar segura no eran los oídos adecuados para mis tribulaciones económicas, así que tuve una salida de escena espectacular, levantándome de la mesa en silencio, entrando en el chiringuito, tomando de la caja el dinero exacto para el billete de tren y un taxi, recogiendo mis cosas y plantándome de vuelta en Madrid.
El resto del verano lo pasé haciendo encuestas a domicilio. Al menos, los fines de semana podía disfrutar de Ex, y nadie se aprovechaba de mi trabajo para unas vacaciones en la playa.
(Peter y Mariche tuvieron un niño y se separaron a los dos años; él va por la tercera o cuarta pareja, ella terminó medicina y desapareció en algún hospital de la periferia. Micaela la guapa no ha tenido suerte en sus relaciones sentimentales. No sé qué fue de Leonor y su marido. El Maseri se casó con una monja que conoció en la Facultad, tuvieron dos niñas, se fueron a Jordania y ella regresó con sus hijas al poco tiempo y con intención de quedarse. Volví a Algeciras doce años más tarde, con Ex y nuestro hijo, empeñada en pasar unos días en el mismo camping, pero nada era igual. De todos modos, fue estupendo estar allí con mis chicos.
Ese año conocí la costa gaditana al completo: Tarifa, Zahara, Barbate, Bolonia, Caños de Meca, Conil..., incluso cruzamos el Estrecho hasta Ceuta.
No me gusta dejar cabos sueltos, en la medida de lo posible)